[Ricardo]

Entre las personas que practican la improvisación se halla muy arraigada la idea de que ésta ocurre en tiempo presente. Comúnmente es vinculada con una plena presencia, que supondría una apertura total y una intensificada capacidad de responder a lo que acontece “aquí y ahora”. Sin embargo, autor_s como Derrida, Tim Ingold y Elizabeth Hallam han argumentado que la improvisación no es contraria a la preparación, funcionando a partir de una lógica (re)combinatoria, lo cual desestabiliza nociones clásicas de originalidad, tradición e innovación. En el español incluso contamos con la palabra “extemporizar”, de origen latino, que también subraya que la improvisación lejos está de ser una mera presencia plena.

¿Podemos entonces acusar la existencia de una fetichización por parte de la comunidad improvisatoria del presente y la idea de “novedad”? ¿Cómo conciliar la búsqueda de la libre improvisación por abrir espacio a lo inanticipable –es decir, aquello que escapa de la lógica de cálculo– con el carácter espectral (en tanto extemporáneo) de la improvisación? ¿Es acaso que lo inanticipable es inexpugnable de la combinación o más bien un “imposible” al que sin embargo hay que mantenerle la puerta abierta para dejar espacio a la justicia y la creación?

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